A partir de los primeros años del descubrimiento de América, la Corona española promovió un continuo y creciente intercambio de productos comerciales con el Nuevo Mundo; diversos consumibles se empacaron en recipientes de cerámica y atravesaron el Atlántico para satisfacer las demandas de los ibéricos y sus descendientes que formaron parte de la nueva sociedad colonial. Dentro del campo de la historia y la antropología, resulta de interés el estudio del origen de dichos envases, mejor conocidos como oliveras o botijas, que al principio fueron destinados al comercio transoceánico desde los siglos XVI al XIX y posteriormente con otros fines. Tal es el caso del uso documentado de botijas ibéricas en ceremonias nupciales en la comunidad de Xalitla y en otras localidades balsenses, donde su función primaria como contenedor de líquidos no ha cambiado a lo largo del tiempo, sino que adquirió un nuevo uso social, en este caso, relacionado con actividades rituales performativas.
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