En la literatura esotérica está de moda denominarlos elementos “psicopompos”, del griego psyché “alma” y pompós “conductor” o “guía”. Hermes, el que lleva las almas al Hades, es una de las personalidades más precisas con ese oficio, pero si somos cuidadosos, vamos a encontrarlos en cada religión, con diferentes características, a veces amados y otras temidos, como los estimables ángeles que conducen al cielo, o los pavorosos demonios que llevan al infierno; ambos cumplen con una gestión difícil de desempeñar por el espíritu solo.
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